lunes, 31 de enero de 2011

LA Creacion...





Se cuenta que NUN era agua, era el Dios de las tinieblas, era el principio de todo… pero dormía, solo dormía.
Cuando por fin NUN despertó, solo encontró aburrimiento, a su alrededor era él todo lo que veía. Ni animales, ni plantas, ni hombres… ni siquiera dioses. Entonces, reconociendo en sí mismo el poder inmenso de crear, decidió ponerse manos a la obra y comenzar con la creación de universo.

Como era agua comenzó creando tierra, hizo surgir de sí una gran isla de tierra limosa, era Egipto, y pensó que al haber nacido Egipto del agua, debía ser esta quien le diera la vida, fue entonces cuando creó el río divino, el Nilo.

NUN continuó creando… el cielo, el aire, plantas, animales y dioses, pero algo faltaba, no había una oscuridad absoluta, pero tampoco había luz. Un día, de un loto que flotaba en el Nilo surgió luz. La flor se resistía a abrirse y cuando ya no pudo aguantar más, de su interior nació RA, el sol, dando al mundo lo que le faltaba, esa luz con la que apreciar los colores, la belleza de la creación y por supuesto el tiempo, ya que RA volvía al interior del cáliz de la flor del loto a descansar mientras duraba la noche. RA se convirtió en el dios más poderoso, el amo del mundo y también el más envidiado… 

viernes, 28 de enero de 2011

Balada de la cárcel de Reading por el prisionero C.33

 In memoriamCarlos T. Wooldridge, soldado que fue de la Guardia Real Montada
ajusticiado en la Cárcel de Su Majestad, en Reading (Berksire) el 7 de julio de 1896."Cuando salí de la cárcel, unos me esperaban con ropas y especias; otros, con buenos consejos.
Tú me esperaste con amor. *

Oscar Wilde



  

                                                                                                                                                                             

y sangre y vino reteñían sus manos
cuando a él con la muerta se le halló,
con la mísera muerta que él amara
y a la que él en su lecho asesinó.

El caminaba entre los condenados
con su traje color gris viejo y raído



Ya no llevaba la guerrera roja
pues -la sangre y el vino rojos son,




y su gorro de dril en la cabeza.
Su paso, alegre y ágil parecía,
pero jamás vi a un hombre que mirara
con tan ávido afán la luz del día.

Jamás he visto a un hombre que mirara
con tan ávidos ojos esa tienda
diminuta y azul que los penados
en su cautividad 1laman "el cielo",
y esas nubes movidas por el viento
con sus velas de mar, color de argento.

Y caminaba yo con otras almas
en pena, y en órbita distinta,
y yo me preguntaba si el pecado
de aquel hombre sería pequeño o grande,
cuando una voz atrás me dijo quedo:
"El preso que está allí, va a ser colgado".


¡Ah, Cristo querido! Los mismos muros
del penal parecía que tambalearan!
Volviose un casco de candente acero
el cielo azul sobre nuestras cabezas,
y aunque yo era también un alma triste
ya no pude sentir mi propia pena.

Sólo pude saber qué pensamiento
obsesional precipitó su paso,
y por qué contemplaba con pupilas
tan ávidas la luz del claro día:
¡ese hombre había matado lo que amaba
y tenía que morir por esa causa!

                        * * *

Sin embargo, -¡y escúchenlo bien todos!-
siempre los hombres matan lo que aman!
Con miradas de odio matan unos,
con palabras de amor los otros matan,
el cobarde asesina con un beso
y el hombre de valor con una espada!

Unos matan su amor cuando son jóvenes,
otros matan su amor cuando son viejos,
con las manos del oro mátanlo unos,
con manos de lujuria otros lo asfixian,
y los más compasivos con puñales
pues los muertos así, pronto se enfrían.

Algunos aman demasiado corto,
algunos aman demasiado largo;
unos venden amor y otros lo compran,
éstos aman vertiendo muchas lágrimas,
sin un leve suspiro aman aquéllos,
porque cada hombre mata lo que ama
aunque no tenga que morir por ello!

Él no muere una muerte vergonzosa
un torvo día de desgracia oscura,
ni tiene un nudo al rededor del cuello,
ni su pálida faz un paño cubre,
ni los dos pies para agarrar el piso
estira en el instante que más sufre.

                          * * *

No se sienta con hombres silenciosos
que atentos lo custodian noche y día,
que vigilan su llanto cuando llora
y cuando va a rezar sus oraciones,
y hasta el último instante lo vigilan
por miedo de que él mismo pretendiese
robarle su botín a las prisiones.

No se despierta al alba a ver figuras
horribles que en su cuarto se amontonan,
ni al capellán de blanco y tembloroso,
ni al alguacil que está severo y torvo,
ni al jefe del penal todo vestido
con tela de un color negro brillante,
y en su rostro la cara del Destino.

El ya no se levanta con piadosa
ligereza a vestirse de convicto;
en tanto, un doctor ruin y malhablado
anota de sus nervios los latidos,
apretando un reloj entre los dedos
cuyo tic-tac pequeño es parecido
a los golpes que da un martillo horrendo.

El no siente esa sed cruel y enfermante
que abrasa la garganta de la víctima
antes de que el verdugo con sus guantes
de jardinero por la puerta salga
para amarrarlo ya con tres correas,
a fin de que su cálida garganta
el ardor de la sed ya nunca sienta.

No inclina la cabeza fatigada
para oír el Oficio de Difuntos,
ni la inclina tampoco cuando su alma
le dice a solas que no ha muerto aún,
ni cuando yendo ya para el patíbulo
se encuentra en el camino su ataúd.

El ya no mira atentamente el aire
por un pequeño techo de cristal;
con sus labios de arena ya no reza
a fin de su agonía apresurar,
ni en sus mejillas temblorosas siente
el beso taciturno de Caifás.


II
Seis semanas duró aquel sentenciado
paseando por el patio su indolencia,
con su traje color gris, viejo y raído
y su gorro de dril en la cabeza.
Su andar, alegre y ágil parecía,
pero jamás vi a un hombre que mirara
con tan ávido afán la luz del día.

Jamás he visto a un hombre que mirara
con tan ávidos ojos esa tienda
diminuta y azul que los penados
llaman cielo, y las nubes pasajeras
que rielan en vellones encrespados.

No retorcía sus manos como lo hacen
los hombres sin ingenio que se atreven
a erigir la Esperanza tornadiza
en el antro del negro Desespero:
él miraba tan sólo el sol radiante
y bebíase el aire mañanero.

No retorcía sus manos ni lloraba
ni siquiera quejábase en voz baja,
mas bebíase el aire cual si el aire
virtudes saludables contuviese,
y bebíase el sol a boca abierta
así como si el sol un vino fuese.

Y yo, y todas las ánimas en pena
que estábamos en órbitas distintas,
echamos en olvido si fue grande
o si pequeño fue nuestro pecado,
y con torpe mirada asustadiza
mirábamos al que iba a ser colgado.

Era extraño mirarlo cuando andaba
con paso tan ligero y tan alegre,
y extraño mucho más, cuando miraba
la luz del día con ansioso afán;
y extraño era también pensar que este hombre
tenía tan dura deuda que pagar.

                      * * *

Pues porque en cada primavera brotan
a la encina y al olmo frondas gratas;
más triste es ver el árbol del patíbulo
con sus duras raíces que las víboras
hieren con sus mordiscos más profundos,
y verde o seco, siempre un hombre tiene
que morir, antes de que él dé sus frutos.

El puesto más visible y elevado
es la silla de gracia a la cual tienden
todas las vanidades; sin embargo,
¿quién estaría de pie, sobre un tablado,
con un dócil cordel atado al cuello,
y a través del collar cruel y asesino
por la postrera vez mirar al cielo?

Dulce es bailar al son de los violines
si el Amor y la Vida son propicios;
danzar al son de flautas y laúdes
es siempre un baile delicado y raro;
pero bailar con ágil pie en el aire
no es cosa dulce ni ejercicio grato.

Con sumisión enferma y ojos ávidos,
nosotros lo miramos noche y día,
y a veces divagamos si cada uno
de nosotros tal vez terminaría
en forma parecida, pues ninguno
logra decir en cuál Infierno rojo
puede extraviarse un alma enceguecida.

Por último, una vez, el condenado
ya no más caminó entre los cautivos,
y supe que de pies él había estado
entre la negra celda pavorosa,
y que jamás de nuevo volvería
a ver su rostro alegre o desolado.

Así, cual dos navíos en naufragio
que pasan al furor de una tormenta,
nosotros nos cruzarnos en la vía
de uno y otro, sin hacernos señas
ni decirnos siquiera una palabra;
¡no teníamos palabras qué decirnos
porque no nos hallábamos nosotros
en la noche sagrada y placentera
sino en el día fatal de la Vergüenza!

Un muro de prisión nos rodeaba
a los dos, y dos bandidos éramos,
puesto que el mundo nos había arrojado
de su insensible corazón. Dios mismo
nos alejó también de su cuidado;
la trampa férrea que a la Culpa espera
ya nos había cogido entre su lazo.
 


III
En la prisión de Debtors Yard, las piedras
duras son, y es alto el chorreado muro;
allí tomaba el aire el prisionero
bajo el cielo de plomo, y un gendarme
a cada lado suyo caminaba
por el terror de que muriese el preso.

O también se sentaba con aquellos
que guardaban su angustia noche y día,
cuando para llorar se levantaba
o cuando se inclinaba para el rezo,
y que lo vigilaban hasta lo último
por temor de que él mismo se robase
su vil presa al patíbulo sangriento.

El jefe del penal era un estricto
cumplidor del severo Reglamento:
el doctor sostenía que la muerte
era un simple fenómeno científico,
y el capellán, dos veces en el día,
un folleto piadoso le dejaba
cuando iba a hacerle la habitual visita.

Y dos veces al día fumaba pipa
y se bebía su jarro de cerveza;
su alma era resuelta y no tenía
un lugar escondido para el miedo;
con frecuencia decía que se alegraba
porque el día de la horca se acercaba.

Pero por qué decía cosas tan raras
los guardas nunca osaron preguntarle,
porque aquel a quien dieron por destino
vigilar una cárcel de desgracia,
sellar debe sus labios con cerrojos
y transformar su rostro en una máscara,

pues también él podría ser ablandado
y dar confortativos y consuelos;
mas... la Humana Piedad, ¿qué hacer podría
mirando el antro de los asesinos?
¿Qué palabra de gracia allí podría
a un alma hermana procurar alivios?

                           * * *

Con crudo balanceo los presidiarios
al rededor del círculo ensayábamos
la Marcha de los Tontos. ¡Qué importaba!
¡Nosotros bien sabíamos que éramos
tan sólo la Brigada del Demonio!
¡Pies de plomo y cabezas afeitadas
hacen las más alegres mascaradas!

Deshilábamos las cuerdas embreadas
con uñas embotadas y sangrantes;
frotábamos las puertas y los suelos,
y las rejas de hierro las limpiábamos;
con fuerza, tabla a tabla, enjabonábamos
el piso, y con baldes lo golpeábamos.

Cosíamos los sacos, y quebrábamos
las piedras y las rocas, y volteábamos
el polvoso taladro, y golpeábamos
las latas, y gritábamos los himnos,
y sudábamos siempre en el molino;
pero en el corazón de cada hombre
yacía el Terror aún, como escondido!

El Terror se arrastraba cada día
cual ola henchida de marinas algas;
nos olvidamos del destino amargo
que al bandido y al loco les espera,
hasta que cierta vez, yendo al trabajo,
al pasar vimos una tumba abierta,

con bostezante boca de hondo hueco
como para tragarse a un ser viviente;
el mismo barro reclamaba sangre
al sitibundo círculo de asfalto;
y nosotros supimos que mucho antes
de despertar el alba sobre el mundo,
el compañero aquel sería colgado.

Y nosotros seguimos a las celdas
en el alma metidas ya la Muerte
y el Terror y el Destino. Y el verdugo,
con su pequeña bolsa, se iba abriendo
paso entre las tinieblas, renqueando...
Yo estaba tembloroso cual si fuese
camino hacia un sepulcro numerado.

Tal noche, los vacíos corredores
llenos de formas de Terror estaban;
de arriba a abajo, en la ciudad de hierro,
rondaban con pisadas taciturnas
para que no pudiéramos oírlas;
y entre las barras férreas que ocultan
la luz de las estrellas, caras blancas
entre ¡a oscuridad se percibían.

Era como quien duerme un dulce sueño
en una extensa y plácida llanura;
custodiábanlo a él mientras dormía
los celosos guardianes, pero éstos
no podían entender cómo él tenía
tan tranquilo dormir, con un verdugo
de su mano pegado noche y día.

Mas no hay sueño posible cuando lloran
los ¡hombres que jamás habían llorado;
así, todos nosotros, los insanos,
y los bandidos y los fraudulentos,
velamos esa noche interminable;
y con manos de pena se arrastraba
el ajeno Terror en los cerebros.

Qué cosa tan horrenda es sentir uno
las culpabilidades de los otros!,
porque la espada del delito, recta,
penetra hasta su puño envenenado;
¡y eran como de plomo derretido
las lágrimas ardientes que lloramos
por una sangre que jamás vertimos!

Con zapatos de fieltro, los guardianes
marchaban a atisbar por las rehendijas
de las puertas cerradas con candado,
grises figuras que les daban miedo
trazadas en los pisos, y los guardias
pensaban en por qué se arrodillaban
a rezar los que nunca habían rezado.

Hincados de rodillas nos pasamos
toda 1a noche recitando preces;
¡Locos de luto conduciendo a un muerto!
Las plumas agitadas y revueltas
de mitad de la noche, parecían
los penachos fatídicos de un féretro;
y como vino amargo en una esponja
el sabor era del Remordimiento.

                      * * *

El gallo gris cantó y el gallo rojo
cantó también, mas no llegaba el día;
y tortuosas figuras terroríficas
cruzaban el rincón donde yacíamos;
y cada vil fantasma endemoniado
que en medio de la noche caminaba
delante de nosotros, parecía
jugar entretenido a nuestro lado.

Ellos fosforescían y se apagaban
así como aparecen y se ocultan
los viajeros en medio de la niebla;
de la luna burlábanse y le hacían
corvetas y figuras exquisitas;
con formal paso y repugnante gracia
los fantasmas llegaban a la cita.

Y los vimos marchar haciendo muecas
y gesticulaciones; eran formas
delgadas y cogidas de las manos;
por rutas de pavor, cerca, muy cerca,
ellos trotaban una zarabanda,
y los grotescos condenados hacían
dibujos, como el viento hace en la arena.

Con las piruetas de las marionetas
tropezaban marcando las pisadas,
pero con flautas de terror, llenaban
el aire, como si llevasen ellos
sus máscaras horribles.  Y cantaban,
cantaban largamente, pues cantaban
con la intención de despertar los muertos.

¡"Ahohó" ! -cantaban ellos-- "el mundo
es ancho y los encadenados, cojos;
y una o dos veces arrojar los dados
es correcto jugar de caballeros;
¡mas nunca gana el que en pecado juega
en la Casa fatal de la Vergüenza!"


No eran cuerpos aéreos los bufones
que al danzar se hacían 'mal con alegría;
para estos pobres hombres cuyas vidas
estaban con grilletes amarradas
y cuyos pies no andaban libremente
porque estaban también encadenados,
¡ay, llagas de Cristo, tenían vida,
y eran los más terribles de mirarlos!

Al rededor, al rededor, danzaban;
algunos deslizábanse en parejas
burlonas, y con pasos zalameros
de cortesana impúdica, subían
de lado las escalas y ensayaban
sus sarcasmos sutiles servilmente,
y al mirar de soslayo, cada uno
ayudaba a rezar nuestras plegarias.

El viento matinal ya principiaba
su gemir, mas la noche persistía;
en su telar gigante las urdimbres
de las tinieblas deslizáronse hasta
que cada hebra quedó ya bien tejida;
y en tanto que rezábamos, crecía
nuestro miedo hacia el Sol de la Justicia!

El viento gemidor de la mañana
vagaba en torno a los llorosos muros
de la vieja prisión; y así, cual gira
una rueda de acero, los minutos
se deslizaban con angustia y pena;
¡Oh viento gemidor: ¿qué habíamos hecho
para tener así, tal centinela?

Por fin vimos las s0mbras de las barras
-como una celosía de plomo crudo-
directas y a través, movilizarse
frente al muro encalado de un rincón;
y miraba mi cama de tres tablas,
y supe yo que en un lugar del mundo
era roja la horrible alba de Dios.

A las seis de la mañana aseábamos
nosotros nuestras celdas, y a las siete
ya todo estaba quieto; mas el silbo
y el aletear de un ala poderosa
parecía llenar toda la cárcel,
que el Señor de la Muerte ya había entrado
a matar con su aliento congelado.

Mas él no entró con púrpura ni pompa,
ni montado en corcel blanco de luna;
¡Tres yardas solamente de una cuerda,
y alguna tabla escurridiza, es todo
lo que la fúnebre horca necesita!
Así, con una cuerda de vergüenza,
vino el Heraldo a hacer su obra secreta.

Éramos como hombres que en un fango
de sucia oscuridad, fuesen a tientas;
no osábamos decir una plegaria
ni darle libertad a nuestras ansias,
porque algo había muerto en cada uno
de nosotros mismos, y ese algo era
que había muerto en nosotros la Esperanza!

Pues la feroz justicia de los hombres
prosigue su camino sin desviarse
hacia los lados; ella mata al débil,
mata al fuerte también, y tiene un golpe
mortífero y terrible: ella asesina
-¡monstruosa parricida- !, alevemente,
con su talón de hierro a los más fuertes.

El toque de las ocho lo esperábamos
-espesa por la sed la lengua ardiente-
pues las ocho es el toque del Destino
que hace al ,hombre execrable, y el Destino
un nudo corredizo con su lazo
para todos pondrá en uso: lo mismo
para el hombre de bien que para el malo.

Otra cosa que hacer ya no teníamos
-al menos esperar la señal próxima-;
cual piedras en una valle solitario,
inmóviles y mudos nos sentábamos;
no obstante, el corazón nos palpitaba
fuerte y de prisa, cual si fuese
que en un tambor de cuero redoblara.

De repente, el reloj de las prisiones
sonó hiriendo los aires temblorosos;
de desesperación y de impotencia
un grito se escapó de los galeotes,
como el grito que oían los pantanos
salir desde el cubil de los leprosos.

Y así como miramos cosas tristes
al través del cristal puro de un sueño,
así vimos de un garfio que colgaba
de la viga mugrienta, la embreada
y grasosa cuerda. Después oímos
la plegaria que el lazo del verdugo
estranguló impasible en un gemido.

Y todo aquel horror que lo movía
para exhalar tan cruel y amargo grito,
y los salvajes arrepentimientos
y los sudores fríos y sangrientos,
nadie los conoció con la experiencia
con que yo en la prisión los conocí;
pues el que vive más de una existencia
también más de una muerte ha de morir.


IV
No hay oración en la capilla el día
que cuelgan a un proscrito de la horca;
el corazón del capellán se encuentra
enfermo en demasía, y su rostro
se halla ese día demacrado y pálido,
o es que está escrito en sus pupilas algo
que nadie puede contemplar acaso.

Por eso, nos guardaron encerrados
noche y tarde, y entonces, al sonido
de un esquilón, los guardias con sus llaves
tintineantes, cada aposento abrieron;
fuimos bajando por la escala férrea
y cada cual desde su propio Infierno.

Afuera, al dulce aire de Dios, nosotros
fuimos saliendo, pero no del mismo
modo que siempre acostumbrábamos,
pues la cara de este hombre estaba blanca
de miedo, y gris el rostro aquel tenía,
pero jamás yo vi seres tan tristes
mirar con tánto afán la luz del día.

Jamás a un ser vi yo tan apenado,
mirar con tánto afán aquella tienda
diminuta y azul que los penados
dentro de la prisión llamamos cielo,
y cada alegre nube que ensayaba
con tan extraña libertad su vuelo.

Pero algunos había entre nosotros
que marchaban bajando la cabeza,
sabiendo que si cada uno hubiese
tenido que pagar su propia cuenta,
digno se haría de morir por eso;
¡él tan sólo mató una cosa viva
y ellos mataron a su vez a un muerto!

Pues el que peca por la vez segunda
resucita al dolor un alma muerta;
de su propio sudario maculado
la arranca, haciéndola sangrar de nuevo,
y la hace sangrar gotas inmensas
de sangre, y la hace desangrar en vano!

Como un mono o un clown que están vestidos
con monstruosos disfraces dibujados
de saetas torcidas y estrelladas,
fuimos nosotros silenciosamente,
al redor y al redor del patio liso;
al redor y al redor, fuimos callados,
mas ningún hombre una palabra dijo.

Al redor y al redor, callados fuimos,
y en el hueco cerebro de cada uno
el recuerdo de cosas espantosas
como un viento mortal se despeñaba,
y el Horror nos rondaba por delante
y el Terror, por detrás, nos acechaba.

                          * * *


Los guardias, pavoneándose orgullosos
de arriba a abajo, en uniformes nuevos,
gala de los domingos, vigilaban
el rebaño de brutos de la cárcel,
mas nosotros sabíamos el trabajo
que estuvieron haciendo los guardianes
por la cal que blanqueaba en sus zapatos.

Pues allí donde una tumba abrieron
no se encontraba ya ningún sepulcro;
sólo una zanja había de arena y lodo
de aquella cárcel junto al muro odiado,
y un pequeño montón de cal ardiente
para que le sirviera de sudario.

Pues un sudario bueno tiene el pobre
como pocos pudieran reclamarlo;
profundo, muy profundo, bajo un patio
de pávida prisión, en duro suelo,
desnudo allí para mayor vergüenza,
yace con ambos pies encadenados
y envuelto en una sábana de fuego.

Y día tras otro día, la cal ardiente
va devorando allí carnes y huesos;
-roerá el frágil hueso por las noches
y las carnes tan blandas en el día-;
y comerá por turno carne y hueso,
pero su corazón atormentado
será constantemente devorado.

                       * * *


Durante un plazo de tres largos años
no sembrarán allí nada que brote;
durante un plazo de tres largos años
y el lugar será estéril y execrable,
y ese yermo rincón mirará al cielo
con ansia y con fijeza irreprochable.

Piensan que el corazón de un asesino
corrompería la más simple semilla
que ellos sembrasen. Mas verdad no es eso,
pues la tierra de Dios es más amable
de lo que creen los hombres sin entrañas:
¡La rosa roja brotará más roja,
la rosa blanca brotará más blanca!

¡Poned sobre sus labios una rosa
roja absolutamente, roja y roja!
¡Sobre su corazón una muy blanca!
Pues quién puede decir las vías extrañas
por las cuales indica Jesucristo
su voluntad divina y soberana
desde que en el bordón de un peregrino
una flor retoñó frente al Gran Papa?

Las rosas color leche o color vino
no florecen en aires de una cárcel.
el casco, el pedernal y los guijarros
Son todo lo que allí se nos ofrece,
pues las flores se sabe que apaciguan
la desesperación del que padece.

La rosa color vino o color blanco
no caerá jamás pétalo a pétalo
en la zanja de arena y de pantano
que está a los pies del muro de la cárcel,
a decir a los hombre encerrados
entre las celdas del presidio odioso,
que el Hijo del Señor murió por todos.

                          
                           * * *

Aunque el odioso muro de la cárcel
al rededor y al rededor lo cerque,
y un espíritu atado con grilletes
en la noche no puede caminar,
y un espíritu que ahí yace no puede
en tan profundo sitio sollozar,

en paz se encuentra este hombre miserable;
-¡si en paz no está, no tardará en estarlo!-
no hay nada ya que pueda enloquecerlo
ni anda el Terror con él hasta la tarde,
pues ya no hay luz de Sol ni luz de Luna
en la tierra sin luces donde él yace.

Lo ahorcaron lo mismo que a una bestia
y ni siquiera un "requiem" le dijeron
que le hubiera podido dar descanso
a su ánima espantada y temblorosa;
apresuradamente lo cogieron
con el fin de enterrarlo en una fosa.

Despojaron el cuerpo de sus ropas,
y después, a las moscas lo entregaron;
y de su hinchado y purpurino cuello
y de sus ojos fijos, se burlaron,
y hacinaron con duras carcajadas
tierra en la fosa hasta cubrir el hueco
donde el pobre convicto descansaba.

No se arrodillará a rezar plegarias
en su tumba infamada, el capellán,
ni clavarán en ella la sagrada
cruz que a los pecadores Cristo da,
pues era ese infeliz uno de aquellos
a quienes el Señor vino a salvar.

Pero todo esto está muy bien. Apenas
él cruzó la corriente de la vida;
y llenarán por él la urna sagrada
de la Piedad, las lágrimas ajenas
que caigan en su tumba penitente,
pues sólo a él lo llorarán los presos.
Y los encarcelados lloran siempre.

V
Yo no sé si las leyes serán rectas,
yo no sé si serán equivocadas;
todo lo que yo sé, es que para quienes
yacen entre presidios inhumanos,
el muro es fuerte, y cada día, es como
un año cuyos días fuesen muy largos.

Pero lo que sí se yo es que toda Ley
que los hombres han hecho para el hombre
desde que el primer hombre de la tierra
arrebató la vida de su hermano
y tuvo su principio el triste mundo,
desecha el trigo, lo convierte en paja,
o lo cierne en el peor de los cedazos.

Y demasiado sé también yo esto:
-¡ay, ojalá que lo supiesen todos!-
que cada cárcel que construye el hombre
hecha está con ladrillos de vergüenza
y cegada por duros enrejados,
para que el mismo Cristo ver no pueda
cómo el hombre mutila a sus hermanos.

Con barras manchan la graciosa luna
y ciegan del buen sol los resplandores,
y su Infierno hacen bien en ocultar,
puesto que en la prisión cosas son hechas
que ni el Hijo de Dios ni el de los Hombres
no las debieran contemplar jamás.

                            * * *

Las acciones más viles, cual malezas
en la prisión envenenadas crecen;
pues en la cárcel se marchita y gasta
todo lo que en los hombres hay de bueno.
Y la Pálida Angustia es centinela
y guardián es también el Desespero.

Y aun al pequeño y temeroso niño
ellos lo matan con torturas de hambre
hasta que el niño llore noche y día;
y castigan al débil y al idiota
y algunos presidiarios se enloquecen
y se mofan del viejo encanecido,
y al fin todos los hombres se pervierten,
y un vocablo decir no es permitido.

Y cada estrecha celda que moramos,
es asquerosa y lóbrega letrina,
y ahoga la enrejada claraboya
el vaho hediondo de la Muerte Viva;
todo, con excepción de la Lujuria,
en polvo se convierte sin piedad
en la máquina de la Humanidad.

Y las aguas salobres que bebemos
arrastran un pantano repugnante,
y el pan amargo que en balanza pesan
está lleno de tiza y de cal blanca,
y el Sueño, sin bajar hasta nosotros,
al Tiempo grita, y con furor camina
mostrando siempre sus salvajes ojos.

Mas aunque el Hambre flaca y la Sed verde
luchen cual riña de serpiente y áspid,
ya poco nos importan las raciones,
pues lo que hiela y mata de continuo
con toda libertad, es que la piedra
que cada cual en su labor levanta
en el curso del día, se convierte,
¡ay! en el corazón de cada uno
durante nuestras noches de infortunio.

Siempre en el corazón es media noche
y crepúsculo triste en nuestras celdas;
volteábamos nosotros el manubrio
o también deshilábamos las cuerdas
y cada cual entre su propio Infierno!
¡Siempre en el corazón es media noche!
pero el Silencio es mucho más terrible
que el repicar de un esquilón de bronce!

Jamás humana voz se nos acerca
una gentil palabra a balbucirnos;
el ojo que en la puerta está mirando
nunca tiene piedad y es siempre duro;
nos podrimos, de todos olvidados,
con el alma y el cuerpo maniatados.

Y nosotros así, enmohecemos
la cadena de hierro de la vida
solos y depravados; hombres hay
que lanzan maldiciones y hay algunos
que lloran y otros hay que no se quejan,
pues las leyes de Dios son muy amables
y rompen siempre el corazón de piedra.

                        * * *


El corazón humano que se rompe
en celda de prisiones o en el patio,
es como el recipiente quebrantado
que lleva su tesoro a Jesucristo,
y unge la sucia casa del leproso
con su nardo más fino y delicado.

¡Ah ! Bienaventurados sean aquellos
cuyos sensibles corazones pueden
quebrantarse y ganar paz y perdones;
¿pues de qué otra manera podría el hombre
seguir sus rectos planes y limpiarse
el alma de pecado y padecer?
¿Si no de esta manera, de qué modo
puede Cristo Señor entrar en él ?

                       * * *

Y aquel hombre de cuello amoratado
y los ojos abiertos siempre fijos,
espera para sí las santas manos
que guiaron al ladrón al paraíso,
pues un quebrado corazón contrito
no lo despreciará el Crucificado.

Aquel que lee la Ley, vestido en rojo,
tres semanas no más le dio de vida;
¡tres semanas no más para sanarse
el alma de la lucha de su alma,
y limpiarse la sangre arrepentido
de esa su mano que empuñó el cuchillo!

Y limpió con sus lágrimas de sangre
aquella mano que empuñó el acero,
pues las manchas de sangre, únicamente
se borran estregándolas con sangre,
y sólo el llanto nos concede alivio:
la mancha roja de Caín, tornóse
en el sello más cándido de Cristo.

VI
En la Cárcel de Reading, junto al pueblo
de Reading, hay un hoyo de vergüenza
en donde yace un hombre miserable
comido por los dientes de las llamas
y envuelto en
una sábana de fuego.
Sin nombre está su tumba abandonada.

Hasta que Cristo llame un día a los muertos
en su silencio yacerá él allí;
no necesita ya lágrimas vanas,
ni un montón de suspiros quiere ahí:
¡ese hombre asesinó lo que adoraba
y por eso tenía que morir!

¡Todos los hombres matan lo que aman!
-y que sea por todos esto oído-:
algunos lo hacen con mirada amarga,

algunos con palabras de dulzura;
el cobarde asesina con un beso
y el hombre de valor con una espada!







Aprender a cerrar los círculos



Muchas de nuestras emociones se desbordan, saltamos de la alegría a la tristeza pasando por la nostalgia. Nos conectamos a diferentes momentos del pasado, recordamos personas y sentimientos con la intención de hacer una especie de inventario de todo lo vivido buscando resaltar la mayoría de las veces el dolor, el fracaso y la dificultad. Esta especie de ritual negativo nos lleva a deprimirnos y a tomar la decisión de encerrarnos en casa negándonos a participar de la celebración, para evitar que la magia de la Navidad nos cobije con su suavidad y alegría.

Es tiempo de tomar la decisión de romper con ese terrible ritual que venimos repitiendo año tras año, para abrirnos a nueva experiencia de vida. Vamos a celebrar el hecho de tener una nueva oportunidad, de volver a comenzar. ¡Año nuevo... vida nueva!

¡Aprendamos a cerrar los círculos! ¿Sabías que cada vez que vivimos o experimentamos una situación o una relación con una persona, estamos abriendo un circulo que más tarde tendremos que cerrar inevitablemente? Pasar la página y resolver todos nuestros asuntos pendientes con otras personas, es mucho más sencillo de lo que imaginamos.

No perdamos más tiempo lamentándonos y sintiéndonos víctimas del pasado. Este es el momento propicio para vivir el presente, renovados y con la actitud que nos permita disfrutarlo. Acepta la oportunidad que te da la vida y deja de pensar que el próximo año será igual o peor... En tus manos está hacer del 2010 un año positivo. ¿Qué esperas para alcanzar tus sueños y tener la vida que te mereces? Este será un año totalmente diferente y positivo, lleno de oportunidades y posibilidades que te permitan renovar tu estilo de vida y convertir tus sueños en realidad.

Cada vez que nos disponemos a cerrar círculos, maduramos como personas, crecemos, ajustamos nuestra visión e interpretación acerca de la vida y logramos definir los parámetros de la vida que queremos. Terminar un año, implica cerrar un círculo, para descubrir cuanto has madurado. Si al hacer tu inventario de vida reconoces los errores que has cometido, no te sientas culpable, piensa que también lograste muchas cosas positivas en este año. ¡Vamos, no seas tan duro contigo mismo! Te invito a renovar tus votos por la felicidad, la paz, la alegría, las buenas relaciones y sobre todo por la confianza en un año nuevo lleno de oportunidades, prosperidad y abundancia.

Recuerda que para poder tener un año de verdad, debemos revisarnos y hacer cambios en nuestra actitud y en nuestro comportamiento. Despréndete del pasado y no te dejes atrapar por la inquietud que te produzca el futuro, concentra tu atención en vivir cada momento en presente, entregando lo mejor de ti y abriendo espacio para la compartida, el intercambio y la aceptación de cada experiencia. Busca la reconciliación contigo mismo y con tus seres queridos, favorece la comunicación con el Señor Dios y siéntete acompañado por su presencia en tu vida.


Libérate. Elabora una lista con todos aquellos recuerdos y sentimientos que deseas sacar de tu vida. Toma la decisión de liberarte de aquellas cosas que te afectan en el presente y escribe al lado de cada una de ellas cómo puedes resolverlas.

Celebra la vida. Reconoce cada pequeño a gran regalo que hayas recibido a lo largo de este año y siéntete agradecido por su presencia en tu vida. Si te es posible busca la manera de hacerle llegar tu gratitud y buenos sentimientos a todas las personas que fueron un instrumento para que la magia, la prosperidad, la ayuda o la respuesta llegara a ti.

No te sientas culpable. No mires hacia atrás para resaltar tus errores ni para pensar en lo que pudiste hacer... Piensa que los errores forman parte de tu proceso de crecer y alcanzar el éxito. Asume el compromiso de corregirlos uno a uno para estar atento de no volverlos a cometer.

Rodéate de personas positivas. Es tiempo de renovar un poco tu círculo social, para acercarte a otras personas que sean más positivas, entusiastas y optimistas frente a la vida
.


Las estrellas de mar - Cuento Sufí



Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar; una enorme playa virgen donde tenía una casita donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro. Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. Una mañana mientras paseaba a orillas del océano vio a lo lejos ... una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar. El hombre le preguntó al joven qué estaba haciendo. Éste le contestó:
-Recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar; la marea ha bajado demasiado y muchas morirán.
Dijo entonces el escritor:
-Pero esto que haces no tiene sentido, primero es su destino, morirán y serán alimento para otros animales y además hay miles de estrellas en esta playa, nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas.
El joven miró fijamente al escritor, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó:
-Para ésta sí tiene sentido.
El escritor se marchó un tanto desconcertado, no podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien, soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas. A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas.

El caballo



Un Califa de Bagdad llamado Al-Mamun poseía un hermoso caballo árabe del que estaba encaprichado el jefe de una tribu, llamado Omah, que le ofreció un gran número de camellos a cambio; pero Al-Mamun no quería desprenderse del animal. Aquello encolerizó a Omah de tal manera que decidió hacerse con el caballo fraudulentamente.

Sabiendo que Al-Mamun solía pasear con su caballo por un determinado camino, Omah se tendió junto a dicho camino disfrazado de mendigo y simulando estar muy enfermo. Y como Al-Mamun era un hombre de buenos sentimientos, al ver al mendigo sintió lástima de él, desmontó y se ofreció a llevarlo a un hospital.

«Por desgracia», se lamentó el mendigo, «llevo tres días sin comer y no tengo fuerzas para levantarme».

Entonces, Al-Mamun lo alzó del suelo con mucho cuidado y lo montó en su caballo, con la idea de montar él a continuación. Pero en cuanto el falso mendigo se vio sobre la silla, salió huyendo al galope, con Al-Mamun corriendo detrás de él para alcanzarlo y gritándole que se detuviera. Una vez que Omah se distanció lo suficiente de su perseguidor, se detuvo y comenzó a hacer caracolear al caballo.

«¡Está bien, me has robado el caballo!», gritó Al-Mamun. «¡Ahora sólo tengo una cosa que pedirte!»

«¿De qué se trata?, preguntó Omah también a gritos.

«¡Que no cuentes a nadie como te hiciste del caballo!»

«¿Y por qué no he de hacerlo?»

«¡Porque quizás un día puede haber un hombre realmente enfermo tendido junto al camino y, si la gente se ha enterado de tu engaño, tal vez pase de largo y no le preste ayuda!»

El beduino enamorado

Solo queda un mes...

Un joven beduino, vagando en el desierto, vino a parar cerca de un pozo junto al cual se encontraba para sacar agua una muchacha guapa como la luna llena. El joven beduino se le acercó y le dijo:

— ¡Estoy perdidamente enamorado de ti!

La joven le responde:

— Cerca de la fuente hay otra muchacha tan guapa que yo no soy digna de ser su sierva.

El joven beduino giró enseguida la cabeza y se puso a buscarla: No había nadie.

Entonces la muchacha exclamó:

— ¡Qué hermosa es la sinceridad y qué fea es la mentira! Dices amarme y basta que yo te hable de otra mujer para hacerte girar la cabeza y buscarla desesperadamente.

El Poema de Pentaur





Aquí empieza la victoria del Rey del Alto y Bajo Egipto, Usermaatra-Setepenra, el Hijo de Ra, Ramses-Meriamón... que logró en el País de Hatti, Naharina, en la Tierra de Arzawa, de Pidasa, en la de Dardani, en la de Kadesh, el de Ugarit y el de Muoshanet.
Su Majestad era un señor pleno de juventud, activo, sus miembros potentes..., su corazón vigoroso..., su fuerza como la de Montu..., perfecto de aspecto como Atum, era regocijante ver su belleza..., grande de victorias..., no se sabía cuando deseaba combatir.
Era un sólido muro para su ejército, su escudo el día del combate, un arquero sin igual. Es mas valiente que centenas reunidas..., como el fuego en el momento que se consume..., un millón de hombres son incapaces de permanecer de pié delante de él..., ignorando el pavor..., como un león salvaje en el valle de los animales del desierto; no habla como un jactancioso..., salvando su ejército el día del combate..., devolviendo al hogar a sus seguidores y salvando a su infantería. Su corazón es como una montaña de cobre…
Cuando Su Majestad tuvo su infantería preparada, sus carros y los shardana de las capturas de Su Majestad que ha traído con la victoria de sus brazos vigorosos, y el plan de batalla le fue confiado, Su Majestad partió en dirección al norte e hizo una buena partida en el quinto año, el segundo mes de la estación de verano, el noveno día.
Su Majestad pasó la fortaleza de Tjaru, poderoso como Montu en su aparición, todos los países extranjeros temblaban delante de él y sus jefes aportaban sus tributos... El ejército costeó los estrechos desfiladeros como si tomara las rutas de Egipto.
Cuando los días pasaron, Su Majestad estuvo en Pi-Ramses-Meriamón, la Ciudad que está en el Valle de los Cedros. Y Su Majestad continuó hacia el norte como Montu Señor de Tebas, y atravesó el vado del Orontes con la primera división de Amón que dio la victoria a Usermaatra-Setepenra.
Su Majestad llegó a la ciudad de Kadesh y mientras el vil vencido de Kadesh había llegado y reunido a todos los países extranjeros hasta los confines del mar.
La tierra entera de Hatti había llegado, igual que la de Naharina, Arzawa, Dardani, la de Keshkesh, de Masa de Pidasa, la de Arwen, las de Karkisha, Luka, Kizzouwadna, Karkemish, Ugarit, Kady, toda la tierra de Noukhashé, Moushanet y Kadesh. No dejó abstenerse a ningún país, ni aún los mas lejanos, y sus jefes estaban con él. Cada hombre con su infantería y sus carros superaba, cada uno, cualquier límite. Corrían por montañas y valles: eran como langostas, debido a su multitud.
Pero no le quedaba más dinero que el que retiró de sus bienes y que dio a los países extranjeros para que vinieran a combatir con él.
Entonces el vil vencido de Kadesh, junto con las numerosas naciones extranjeras que estaban con él, se encontraban reunidos y listos al noreste de la ciudad de Kadesh, pero Su Majestad estaba solo, teniendo a su lado a sus seguidores la división de Ra atravesaba el vado de los suburbios del sur de la ciudad de Shabtuna, a una distancia de un iteru del lugar donde estaba Su Majestad y la división de Ptah estaba al sur de la ciudad de Aronama; la división de Set marcaba al costado de la ruta. Además Su Majestad había armado su "fuerza de choque". Estaba reunida en la orilla del país de Amurru.
Pero el vil vencido, jefe de Hatti, se encontraba en medio de su ejercito que estaba con él, pero que no vino para combatir, de miedo a Su Majestad.
Sin embargo había lanzado sus hombres y sus caballos pasando la multitud como los granos de arena: tenía tres hombres en un solo carro que estaba equipado con armas e instrumentos de guerra. Habían sido reunidos para ocultarse detrás de la ciudad de Kadesh, y en ese momento llegaban del lado sur de Kadesh y cortaban el ejército de Ra por la mitad, mientras llegaba: ya no supo donde prepararse para combatir.
Por eso la infantería y los carros de Su Majestad, quedaron desamparados, mientras que Su Majestad estaba al norte de la ciudad de Kadesh, en la orilla oeste del Orontes. Se fué a informar a Su Majestad del ataque.
Entonces Su Majestad apareció en gloria como su padre Montu; endosó el equipo de batalla y se puso su corselete.
Entonces Su Majestad partió al galope y entró en la horda de los vencidos de Hatti, solo, sin nadie con él. Su Majestad se puso a mirar alrededor de él y vió que le rodeaban 2.500 carros, compuestos por los mejores guerreros de los vencidos de Hatti y de las numerosas regiones extranjeras que estaban con ellos, de Arzawa, de Masa y de Pidasa, habiendo tres hombres por carro, actuando con fuerza, mientras que no había ningún oficial superior conmigo, ni carros, ni soldados del ejército, ni escuderos, mi infantería y mis carros se habían dispersado delante y no había quedado ni uno para combatirlos.
¿Es el papel de un padre ignorar a su hijo? ¿He faltado hacia ti?... ! En nada desobedecí lo que me has ordenado! ¿Te harás cargo, oh Amón, de estos asiáticos tan viles y tan ignorantes de Dios? ¿No te he erigido numerosos monumentos y colmado tu templo con mis botines? ¿No construí para ti mi Casa de Millones de Años?...
Te he ofrecido todos los países juntos para enriquecer tus ofrendas...e hice sacrificar para ti diez millares de cabezas de ganado y todo tipo de hierbas aromáticas...Construí para ti grandes pilonos, y erigí sus astas, yo mismo, aportando para ti obeliscos de Elefantina; yo mismo hice de cantero y conduje por ti naves en el Gran Verde, para aportarte productos de los países extranjeros...! Haz el bien para quien se dirige a Ti...!
Apelé a tí, mi padre Amón, cuando estaba en medio de multitudes que no conocía. Todos los países extranjeros estaban en contra de mi..., estando solo..., nadie conmigo, mi numerosa infantería me había abandonado y ninguno de mis carros me buscó... No cesé de llamarlos, ninguno de ellos me escuchó...
Encontré a Amón mas útil que millares de soldados de infantería, que centenares de millares de carros y aun que diez mil hermanos e hijos unidos en un solo corazón... ! Oh Amón !, no he sobrepasado tu voluntad. Rogué en los confines de los países extranjeros y mi voz alcanzó la ciudad de Heliópolis del sur. Encontré a Amón cuando lo llamé...Me llama detrás de mí, como si estuviéramos frente a frente: "Estoy contigo, soy tu padre, mi mano está contigo, soy mas útil que centenares de miles de hombres. Soy el señor de la victoria"...
Encontré otra vez mi corazón fortalecido, y sentí mi pecho alegre... Era como Montu. Tiraba a mi derecha y capturaba a mi izquierda. A sus ojos era como Set en acción. Veía los 2.500 carros, en medio de los cuales me encontraba, derrumbándose ante mi atalaje. Ninguno tenía mas de una mano para combatirme; todos sus brazos eran débiles e incapaces de disparar...No tenían el valor de sostener sus jabalinas! Los veía hundirse en el agua como se hunden los cocodrilos. Yo sembraba la muerte entre ellos como quería. De ellos, el que caía no podía volver a levantarse.
Pero el vil jefe de los Hatti estaba en medio de su infantería y de sus carros, mirando el combate de Su Majestad, solo, sin tener su infantería ni sus carros... Hizo venir a numerosos jefes, cada uno con sus carros equipados con sus armas de guerra; El jefe de Arzawa, el de Luka, el de Dardani, el jefe de Karkemish, el jefe de Karkisha, el de Alepo, y a sus hermanos reunidos en un lugar. Su total eran 1.000 carros que se precipitaron en el combate. Me puse delante de ellos y siendo como Montu los forcé a sentir el vigor de mi mano, en un momento, haciendo una carnicería entre ellos, atacados en el lugar. Uno de ellos, llamando a su compañero decía "no es un hombre el que esté entre nosotros, sino Set grande en fuerza...Huyamos ante él y salvemos nuestra vida, que podamos todavía respirar. Mirad, que las manos y todos los miembros del que osa acercarse a él se debilitan y se vuelve incapaz de tomar un arco o unas jabalinas..."
Su Majestad los perseguía como un grifón. Los mataba y no me detenía.
Alcé la voz para llamar a mi ejército diciendo: “! Resistid !  ¡Alto los corazones, ejército mío, que podréis admirar mi victoria! ¡Sólo porque Amón fue mi protector !”.
“!Que cobardes con vuestros corazones, mis conductores de carros! No hay ninguno que sea digno de confianza entre vosotros. ¿Hay alguno, entre vosotros, para el que no haya hecho una buena acción?” No aparecí como señor cuando erais pobres: os hice oficiales superiores en virtud de mi buen hacer, cada día, instalando al hijo en el bien de su padre, suprimiendo todo mal existente en este país. Hasta liberé a vuestros servidores y os di otros que habíais hecho prisioneros. Os he hecho vivir en vuestras ciudades, sin obligaciones de cargas militares, y también a mis conductores de carros. Los he devuelto a sus pueblos diciendo: “! Volveré a encontrarlos como hoy en el momento de ir al combate ! ”. ¡Pero mirad!... Ni un hombre quedó entre vosotros para tenderme la mano cuando combatía... El crimen que mi infantería y mis carros han cometido es mayor de lo que se puede decir”.
Veis, Amón me ha dado la victoria, mientras ninguna infantería y ningún carro estaban conmigo... Estaba solo, ningún oficial superior me siguió, ningún conductor de carro, ningún soldado de mi ejército, ningún capitán. Los países extranjeros que me observaron pronunciaron mi nombre tan lejos como las comarcas desconocidas... A todos los que apuntan en mi dirección se les desvían las flechas en el momento de alcanzarme.
Luego cuando la infantería y mis carros comprobaron que yo era como Montu, que mi brazo era poderoso y que Amón mi padre estaba conmigo, permitiéndome despedazar a los países extranjeros, entonces empezaron a volver al campo para pasar la noche, en el momento del atardecer y encontraron a todos los países extranjeros en los que yo había entrado yaciendo en su sangre, hasta los valientes guerreros del país de Hatti, hasta los hijos y los hermanos de su jefe...
Entonces mi ejército empezó a alabarme... Mis oficiales superiores empezaron a magnificar mi brazo poderoso, y mis conductores de carros orgullosos de mi reputación declararon: "! Que excelente guerrero que reanima el corazón! , ! Tu has salvado a tu infantería y a tus carros! Tu eres el hijo de Amón... Tu has desvastado el país de Hatti con tu brazo poderoso... Un rey combate por su ejército el día del combate... Eres grande en victorias en presencia de tu ejército, frente a todo el país. Sin jactarte, protegiendo Egipto y doblegando a los países extranjeros. ! Has quebrantado la espalda de Hatti para siempre !"
Así habló Su Majestad a su infantería, a sus oficiales superiores, al igual que a sus conductores de carros... ” ¿ Es que un hombre no se agranda en su ciudad cuando vuelve y se ha comportado como un valiente en presencia de su señor ?..., ¿ No os habéis dado cuenta en vuestros corazones que yo soy un muro de hierro ?, ¿ Qué dirá la gente cuando oigan que me habéis abandonado, solo sin nadie, y que no vino hacia mí ningún oficial superior, capitán o soldado para tenderme la mano, cuando combatía?”
He vencido a millones de países extranjeros, estando solo con mi atalaje: Victoria-en-Tebas y Mut-está-satisfecho, mis grandes caballos. En ellos encontré el apoyo cuando estaba solo, combatiendo a numerosos países extranjeros. Yo mismo continuaré dándoles de comer su alimento, en mi presencia, cada día, cuando esté en mi palacio. Fue a ellos a los que encontré en medio de la batalla con mi caballerizo Menna, los coperos de mi casa que estaban a mi lado, mis testigos en lo que concierne al combate...
Cuando la tierra blanqueaba de nuevo, pasé revista a las filas, con miras al combate. Estaba listo para combatir como un toro enfurecido... Entré en las filas, combatiendo como un halcón sobre su presa y Aquella que estaba en mi frente hizo caer a mis enemigos... Estaba como Ra cuando aparece triunfante al comienzo de la mañana, y mis rayos quemaban el cuerpo de los rebeldes y uno de ellos le gritó a su camarada: “Prepárate, cuidado, no te acerques a él. ¡Mira! Sejmet la grande es la que está con él...  En cuanto alguien se le acerca, un aliento de fuego quema su cuerpo... ...”
Entretanto, el viejo jefe de Hatti envió un mensaje rindiendo homenaje a mi nombre como el de Ra, diciendo: “Eres Set, Baal en persona. Tu terror es una antorcha en la tierra de Hatti”. Entonces mandó a sus enviados con una carta en la mano, con el gran nombre de Su Majestad, dirigiendo saludos a Su Majestad de la residencia de Ra-Haractes, el Toro Poderoso amado de Maat, el soberano que protege su ejército.. Un muro para sus soldados el día del combate, el Rey del Alto y Bajo Egipto Usermaatra- Setepenra, el Hijo de Ra, león, señor de brazo poderoso, Ramses-Meriamón, dotado de vida eterna:
“Tu servidor habla y hace que se sepa que eres el hijo de Ra, salido de su cuerpo. Te ha dado todas las tierras, reunidas en un lugar. En cuanto al país de Egipto y el país de Hatti, están contigo, están bajo tus pies, Ra, tu noble padre, te los ha dado.. ...Mira, tu poderío es grande, tu fuerza es pesada sobre el País de Hatti. ¡Es bueno que hayas matado a tus servidores, con tu rostro salvaje vuelto hacia ellos, y que no hayas tenido piedad! Pasaste ayer matando a centenas de millares. Has venido hoy y nos has dejado a ningún heredero. ¡No seas duro en tus acciones, rey victorioso!
¡La paz es mejor que combatir, déjanos vivir!”
Entonces mi Majestad fue clemente, siendo como Montu en su época, cuando su ataque le dio el éxito. Luego mi Majestad hizo que me trajeran a todos los jefes de mi infantería, de mis carros ya todos mis oficiales superiores, reunidos en un lugar, para hacerles escuchar el contenido de lo que se me había escrito.
Mi Majestad les hizo escuchar esas palabras que el vil jefe de Hatti me había escrito. Entonces dijeron con una sola voz “! La paz es extremadamente buena, oh señor nuestro dueño!. No hay que condenar una reconciliación cuando la haces tú, porque ¿quién te resistirá el día de tu furia?”
Entonces Mi Majestad ordenó que esas palabras fueran escuchadas e hice un repliegue pacífico en dirección al sur, Mi Majestad se volvió en paz hacia Egipto con su infantería y sus carros, estando con ella toda vida, estabilidad y dominio.. El poder de Su Majestad protegiendo a su ejército, y todos los países extranjeros rendían alabanzas a su ejército, y todos los países extranjeros rendían alabanzas a su hermoso rostro.
Habiendo llegado a Egipto en paz en Pi-Ramses-Amado-de-Amón-Grande-de-Victoria, y permaneciendo en su palacio de vida y dominio, como Ra está en su horizonte, los dioses del país vinieron a él, honrándolo y diciendo: “Bienvenido, nuestro hijo bien amado, rey del Alto y Bajo Egipto, Usermaatra-Setepenra, Hijo de Ra, Ramses- Meriamón”...
Lo gratificaron con millones de Fiestas Sed, para siempre en el trono de Ra, todas las tierras y todos los países extranjeros estaban prosternados debajo de sus sandalias para la eternidad sin fin.





A·K en Luxor